El Impenetrable, una zona perdida al norte del país, fue propiedad privada y ahora está a punto de convertirse en parque nacional
FUENTE EL PAÍS
cARLOS E. CUE
La historia del parque nacional El Impenetrable es difícil de imaginar fuera de Latinoamérica. Una narración que habla de una guerra por la conquista de una tierra indómita a la que no en vano los españoles le pusieron ese nombre que evoca lo que se ve desde el aire cuando volamos en dirección a Castelli, el único lugar de la zona con una pista de tierra para aviones pequeños: un interminable bosque tupido cruzado por un solo río.
No hay carreteras ni restos de presencia humana. Al bajar aún se entiende mejor: debajo de los árboles hay cactus y zarzas por todas partes. Todo corta. Una tierra dura que solo los indígenas wichis o qom lograban atravesar. Los conquistadores quedaban atrapados persiguiéndolos, morían al no encontrar agua. Por eso lo llamaron así. Un paraíso para osos hormigueros, yacarés, pumas, carpinchos (capibaras), ocelotes, tatús carreta (un armadillo de 1,5 metros), monos, zorros, guazunchos (un pequeño cérvido).
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