02/02/14
Todo empezó a fines de los 90 cuando muchos establecimientos estaban fundidos y un montón de pueblos, olvidados. Se les ocurrió a los del INTA junto a la facultad de Agronomía de la UBA. Y claro vino la catástrofe del 2000 pero también llegaron los visitantes extranjeros. Así las cosas, el turismo rural, impulsado por una política pública, se convirtió en una palanca poderosa.
Las estancias argentinas, con cascos que imitan a los castillos del Loira y parques diseñados por Thays, ocupan un lugar privilegiado en los catálogos del lujo y no solo por los polo tour. El negocio se extendió a las rutas de la yerba mate en Misiones, de la leche en Santa Fe, la más conocida del vino en Mendoza y la de aromas y sabores en Río Negro. Ernesto Barrera, ingeniero agrónomo, director de Turismo Rural en Agronomía y a la sazón, titular de la cámara sectorial; cobijó cientos de proyectos, desde alojamiento rural, turismo ecuestre, educativos, de mar y campo, al desarrollo de complejos, entre otros. Este año se reunieron 1.000 emprendedores de 300 municipios que exhibieron, según Barrera, recursos naturales fascinantes. Allí difundieron casos de agroturismo, ecoturismo, de aventura, religioso, científico, de comunidades indígenas y las fiestas rurales. El sector aún no alcanza a Suecia donde 20% de los agricultores abrieron las puertas a esta actividad. Lo mismo que el 10% de austríacos y franceses. Barrera apunta al turismo rural para que la gente se quede en el campo: “No es fácil. La tecnología concentra la tierra y expulsa pobladores”, dice.
Ultimamente las cosas están cargadas. Barrera reconoce que el Gobierno invirtió más que ninguno en turismo rural, “pero el esfuerzo no luce. Lo tapan mezquinas competencias entre organismos, la falta de coordinación y numerosas trabas”, denuncia. Cree que vale la pena pelear contra la ley que defiende el ministerio Turismo que obliga a contratar agencias de viaje. Hacer ruido con el tema no es mala idea: sólo 5% de los que viajan por el país y 17% de los que van al exterior utilizan las agencias. En turismo rural sólo las agencias pueden vender los paquetes.
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