Las vacaciones nos traen la posibilidad de viajar y conocer nuevos lugares, adentrarnos en otras culturas, disfrutar de sabores exóticos, dejarnos sorprender por el encanto de lo incierto, hacer nuevos amigos, percibir la naturaleza con los cinco sentidos y conectarnos con lo mejor de nosotros mismos.
Una de las formas de lograrlo es experimentando un nuevo tipo de turismo que cada vez cobra más protagonismo, que tiene el valor agregado de ofrecer descanso y diversión combinados con el cuidado del medio ambiente y la preservación de la identidad cultural de las comunidades locales. Diferentes personas que se animaron a vivir el turismo sustentable, cuentan sus vivencias y afirman que son viajes que dejan huella y enriquecen el alma.
Cristian Borrelli es uno de ellos. En 2011 viajó con dos amigos al chaco salteño y formó parte de Convivencias, una propuesta de la ONG Kajtús para compartir la vida cotidiana con familias de la comunidad wichi. Esto le dio la oportunidad de conocer de cerca a los habitantes de este lugar, realizar paseos por el monte, escuchar relatos milenarios, degustar comidas caseras típicas, aprender a hacer artesanías con fibras vegetales y conversar con los pobladores locales alrededor de los fogones.
"Fui con una expectativa de aprender, de ver, de mirar y nos integramos mucho porque acampamos en la casa de los wichi que son supercordiales, unos anfitriones maravillosos, muy cuidadosos en el trato", cuenta. Una de las tantas cosas que aprendió de ellos es de su silencio. "Son muy callados. nosotros hablamos mucho. Tenés que estar muy atento para escuchar lo que dicen, porque hablan muy bajito. Entonces, o hacés silencio o no escuchás, con todo lo que eso implica."Entre los muchos recuerdos que atesora, resalta: "Me llevo el aprendizaje del contacto con la naturaleza mediante una conexión profunda, el respeto absoluto que tienen los
wichí por el otro, su paz, su sencillez y el amor a la tierra". La convivencia le permitió sumergirse en su realidad, "ver lo linda gente que son" y ser consciente de sus necesidades. Esto lo llevó a ponerse en acción y a embarcarse en una iniciativa solidaria para ayudar a esta comunidad.
"Estamos armando un proyecto de acceso al agua para las familias, para hacer una huerta y una chacra y que puedan empezar a producir alimentos. El agua es vital allá", explica Cristian, que consiguió sumar voluntades a esta buena causa y en marzo de este año, viajará al chaco salteño para seguir avanzando en este proyecto.
Impulsar el desarrollo local
Desde Red Comunidades Rurales, Facundo Ibarlucía define al turismo sustentable como "el tipo de turismo que cuida el medio ambiente en la zona, respeta la identidad cultural de la población local, cultiva una distribución del ingreso más equitativa y desarrolla economías regionales pensando en el futuro".
En este sentido, sostiene que esta actividad resulta fundamental en un país como la Argentina, donde tenemos hermosos y diversos paisajes, pero al mismo tiempo una gran cantidad de pobladores en situación de marginación o exclusión social.
"Cientos de habitantes rurales migran por falta de acceso a servicios básicos y oportunidades de empleo, es decir, no por una elección de vida sino más bien por una acción desesperada. Por otro lado, millones de personas recorren diferentes rincones de la Argentina y quieren vivir nuevas experiencias. Ayudar a difundir este tipo de iniciativas es una excelente manera de fortalecer el desarrollo local y las economías regionales revalorizando nuestra identidad y cultura local", comenta.
Para Ibarlucía, vale la pena elegir este tipo de turismo, en primer término porque la persona descubre una realidad diferente a la suya. "Tener este tipo de experiencias marca a cada uno de manera muy profunda, sin importar si se trata de un chico, de un joven o de un adulto. Aún mejor si es toda una familia la que tiene la vivencia e intercambia impresiones sobre ella. Son viajes mucho más personalizados, uno es un viajero más que un turista."Tal es el caso de Román Rampoldi, a quien su curiosidad y su espíritu aventurero lo condujeron hasta Selvas del Río de Oro, ubicado en Comarca Bermejo (un territorio turístico que involucra a diez localidadesde la provincia de Chaco y Formosa -al este de la cuenca del río Bermejo-, el cual contiene un gigantesco parque natural con bosques vírgenes, recursos hídricos, pastizales y palmares).
"Yo creo que cuando hacés algo bueno por el otro, sembrás afecto y das lo mejor de vos, la vida te lo devuelve. No hace falta preocuparse por dónde vas a terminar, porque las cosas salen bien", relata este hombre que estudió Sociología y actualmente trabaja como consultor de Recursos Humanos. Esta filosofía de vida que guía sus pasos hace que Román dedique su tiempo libre a ayudar a otros y a interesarse particularmente por pueblos "fantasmas en vías de desaparición".
En uno de sus tantos viajes al interior que realizó con este objetivo, se topó -en Chaco- con un cartel que decía "Selvas del Río de Oro", y que le llamó la atención. Decidió anotarlo en un papel y se prometió visitarlo en alguna oportunidad. Jamás imaginó que allí se encontraría con un paisaje tan fascinante, ni con una comunidad tan hospitalaria, ni mucho menos que se enamoraría de Natalia, su actual mujer, con quien tuvo un hijo. "Cuando después trazás una línea en tu vida, te das cuenta de que todo tiene que ver con dónde estás", afirma con una sonrisa.
Arribó a las dos de la tarde -"el peor horario para llegar a un pueblo", opina- y a una de las pocas personas con quien se cruzó en el camino, le peguntó a dónde podía acampar. Le señalaron una ruta que desembocaba en "Finca Los Moya". Cuando divisó la casa, golpeó las palmas y al poco tiempo salió a su encuentro Gladis, feliz porque se había encontrado con el primer turista para su emprendimiento.
Durante su estadía, Román compartió el techo con los Moya, como si fuera un integrante más de la familia. Gladis le contó que Selvas del Río de Oro, junto con el INTA, se estaba preparando para comenzar a recibir turistas y que esa localidad formaba parte de Comarca Bermejo. Al poco tiempo conoció a Natalia, en ese entonces, la coordinadora del INTA, quien le contó con mayor detalle sobre este proyecto.
Román, que había trabajado algunos años enfocado en turismo receptivo, no dudó en involucrarse en esta propuesta y brindar asesoramiento en el tema. A partir de allí, puso sus conocimientos y energía al servicio de esta comunidad para ayudarlos a potenciar el atractivo turístico de la zona. Hoy se siente orgulloso cuando relata que los Moya cuentan con un quincho para 100 personas, alojamiento para 20, cabalgatas, paseos en canoa por el río Bermejo, entre algunas de las actividades que ofrecen. "Lograron muchas cosas a partir de la motivación y de mostrarles que se puede", cuenta.
Visitar Selvas del Río de Oro significa entrar en contacto con una fauna cautivante: tucanes, mariposas, cardenales, yacarés, ñandúes, tortugas de gran tamaño y un animal que se destaca sorprendentemente por su aullido: el mono caruyá.
Hoy Román vive en Buenos Aires junto a Natalia y su hijo. Durante los veranos e inviernos, viaja con su familia a Selvas del Río de Oro para visitar a sus suegros. Cada vez que lo hace, carga el auto con ropa, juguetes o diferentes donaciones que consigue gracias a la colaboración de amigos y conocidos.
"Si llegás y entregás la ropa a la mañana, lo más probable es que a la tarde ya veas a los chicos con la ropa puesta. Lo importante es cómo lo llevás.porque parece lo mismo pero, una cosa es dárselo y otra muy diferente, entregárselo. La entrega implica mirarlo a los ojos, ayudarlo a probárselo", sostiene Román para quien, en todo aquello que entregamos, en lo que damos, en la mirada del otro, tenemos la oportunidad de lograr un encuentro verdadero.
Cuidar el medio ambiente
La Fundación ProYungas también se encarga de promover este tipo de turismo, que busca gestionar e implementar actividades de desarrollo sustentable y la conservación de las selvas subtropicales del Noroeste argentino (Yungas). Una de las muchas alternativas que ofrece se ubica en San Francisco (Jujuy) e invita a los viajeros a realizar un recorrido que atraviesa selvas de montaña, bosques, pastizales y hasta brinda la posibilidad de nadar en piletones naturales.
Martín Paez de la Torre, que conoció este lugar en 2012 junto a su novia, todavía se acuerda de la paz que sintió en este sitio. "Todas las propuestas son bienvenidas siendo la Yunga tan bella, tan verde y tan viva. Meterse en los senderos montañosos en compañía de los monumentales árboles, característicos de la zona, llegar siempre a algún curso de agua o conocer a la gente que vive y trabaja allí, hace mucho bien."
La Red Agroturismo Misiones es otra de las organizaciones que impulsan un turismo con valor agregado. Mabel Moringo, la coordinadora de esta ONG que reúne a más de 50 emprendimientos turísticos, destaca: "Siempre digo que quien quiera conocer de verdad lo que es la provincia de Misiones más allá de las Cataratas, tiene que venir a descubrir la propuesta de la Red Agroturismo Misiones. Para palpar la esencia del pueblo misionero, desde la forma de expresarse- con la influencia del portugués y del guaraní- hasta nuestras leyendas y mitos".
La Red está presente en numerosos municipios misioneros, entre algunos de ellos: Caraguatay, Colonia Aurora, Comandante Andresito, El Soberbio, Capioví, Campo Viera y El Dorado. El objetivo es unir esfuerzos de forma sustentable para lograr que los pequeños productores puedan diversificar sus ingresos, aprovechando el gran potencial y la belleza de las chacras misioneras: la selva, los arroyos y los montes vírgenes.
"Promovemos el cuidado del medio ambiente y éste constituye un criterio para integrar la Red. Entre algunas de estos cuidados se encuentran: el consumo responsable del agua, el cultivo ecológico y el reciclado", explica Mabel, a quien le encanta deleitar a los visitantes con jugos naturales, tortas fritas o dulces caseros.
Agroturismo Misiones tiene muchas opciones y las hay para todos los gustos, desde la posibilidad de participar de las actividades cotidianas de la comunidad: cosechar frutas de estación, ayudar en la huerta, formar parte en la elaboración de quesos o dulces artesanales hasta otras opciones como trekking, visitas guiadas por senderos, observación de aves, cabalgatas y pesca.
Uno de los tantos visitantes que disfrutaron de estos atractivos fue Cecilia Medrano Pizarro, que viajó a Misiones junto a su hija Fiorella y tuvo la oportunidad de conocer Parque Akemi. Esta viajera lo describe como un paraíso a pocos minutos del centro de Eldorado, el cual está compuesto por 4 hectáreas donde habita el 70 % de las especies nativas.
"En el recorrido por la selva misionera, Mabel Moringo nos explicó el nombre, el origen y el detalle de cada árbol, hoja y pájaro que vuela en el lugar, y que son muchísimos.
Es una lección de botánica in situ pero con una cordialidad, anécdota y capacidad pedagógica pocas veces vista", relata.
Asimismo comenta: "Tienen una cascada, un estanque de peces para consumo y hacen su propio abono desde la basura con las hormigas californianas. Ella intenta, con cada explicación, despertar en el otro ese amor por la naturaleza que ella siente en forma innata".
A través de su experiencia, Cecilia confirma con hechos aquello que Mabel expresa con alegría y orgullo: "Este tipo de emprendimientos enriquece el contacto humano, las personas están ávidas de comunicarse pero tienen miedo. Cuando alguien que recién llega golpea a la puerta, es un turista y cuando se va, es un amigo".
FUENTE: La Nación
http://www.ramcc.net/index.php?option=com_k2&view=item&id=1450:un-turismo-que-apoya-el-desarrollo-local-y-protege-los-recursos-naturales&Itemid=551